domingo, 14 de julio de 2013

Las despedidas.

Una vez, otra vez tirando todo lo que quiere salir adentro de uno ... escribiendo sin pensar, tirando cosas por sentir, al fin y al cabo, descargando ... hoy, me toca vivir una despedida; pero no una de esas trágicas que terminan llorando y se van alejando, mientras la lluvia les moja el smoking... esta es diferente, esta es con la certeza de que en unas pocas semanas (o no tan pocas) voy a tener esa sensación calentita, de abrigo, de reparo y de paz, que solo esa presencia especial puede darme. Si, ya se, suena raro ... una despedida, no es despedida si después se vuelve a encontrar ¿no? Pero uno, en el remolino de sentir miles de cosas, de pasar mucho tiempo, y de parecer tan lejano este día lo toma como una despedida con todas las letras, tamaño 48 y en negrita. 
Pero, esta "despedida" no tan despedida ... trajo con ella, un mar de sensaciones, miles de cosas que pasan por adentro y que salen, como que se escapan y florecen, en miles de colores, en flores que pinta al pasar esta muchacha o mujer, que es muy buena artista y tiene siempre la paleta de colores justos para pintarme el día con sus buenas intenciones.
Después de muchísimo tiempo,  ya añejo y llena de polvo y arañazos, mis ganas de sentir, mis ganas de planear pero hoy, gracias a un corazón con buenas intenciones, ánimos de hacer las cosas bien y mas que nada, lo mas importante, pasarla muy bien y ser feliz... soplamos el polvo, restauramos esas ganas de sentir y vivir, como se debe ...vivir feliz, sonriendo, y a pleno ... como si fuese el ultimo momento, el mejor momento ... si es con vos.
Ésta despedida, no podía ser igual a cualquier otra, no podía ser triste, no podía ser gris ... cuando la otra persona es diferente, es feliz y tiene millones de colores para compartir ...
Hasta prontitititsimo!

miércoles, 22 de mayo de 2013

Tazas de café compartidas.

De un tiempo a esta parte, el sol calentaba el asfalto, el caucho y las cabezas. Se veían pasar bermudas,minifaldas, mas de un suspiro de calor. Chapuzones, salpicadas, guerras de agua, tererés. Todo hace un tiempo, ni muy corto ni muy largo ... pero es interesantísimo, el gran cambio del tiempo, en nosotros, en todo. Ahora de a poco, la ciudad se llena de diferentes tonos de marrones, de hojas crocantes, de tazas de café compartidas. Vuelven las narices frías, el placer de un abrazo, la lucha de levantarse de la cama.
En medio de tanto poco color, de todos neutros, de frío y pachorra ... hay un signo de colores, pero de esos que no se ven, que se sienten y se traen adentro, bien adentro. No se si soy claro ... hay personas totalmente grises, y otras no ... por suerte, me acompaña o quiero que me acompañe una llena de color, seria una especie de arco iris con vida y ojos celestes. Es increíble pensar hace un tiempo atrás  me parecía imposible valorar una compañía, pero ahora la tengo, la valoro, la quiero y aprecio. 
De un tiempito, hasta hoy, los días se me pasaron lentos, como en cámara lenta, como sumergido en una pecera gigante. Estar acostumbrados a una comunicación  me hacia sentirla cerca, aunque no la pueda ver... pero incomunicados, solo la tengo en mi cabeza, fotos y a donde voy ... pero , no es poco eso no? Llevarla siempre, acá conmigo, es importantisimo, es hermosisimo... La cuestión es esta ambigüedad  que se aproxima el invierno, amantes de el y enemigos, lo vamos a vivir igual, una vez mas, otro año mas ... pero esta vez, si es junto a vos, se pasara con mas tasas de café compartidas.

jueves, 9 de mayo de 2013

Me van a tener que disculpar - Eduardo Sacheri


Me van a tener que disculpar. Yo sé que un hombre que pretende ser una persona de bien debe comportarse según ciertas normas, aceptar ciertos preceptos, adecuar su modo de ser a determinadas estipulaciones aceptadas por todos. Seamos más explícitos. Si uno quiere ser un tipo coherente debe medir su conducta, y la de sus semejantes, siempre con la misma idéntica vara. No puede hacer excepciones, pues de lo contrario bastardea su juicio ético, su conciencia crítica, su criterio legítimo.
Uno no puede andar por la vida reprobando a sus rivales y disculpando a sus amigos por el solo hecho de serlo. Tampoco soy tan ingenuo como para suponer que uno es capaz de sustraerse a sus afectos y a sus pasiones, que uno tiene la idoneidad como para sacrificarlos en el altar de una imparcialidad impoluta. Digamos que uno va por ahí intentando no apartarse demasiado del camino debido, tratando de que los amores y los odios no le trastoquen irremediablemente la lógica.
Pero me van a tener que disculpar, señores. Hay un tipo con el que no puedo. Y ojo que lo intento. Me digo: no puede haber excepciones, no debe haberlas. Y la disculpa que requiero de ustedes es todavía mayor, porque el tipo del que hablo no es un benefactor de la humanidad, ni un santo varón, ni un valiente guerrero que ha consolidado la integridad de mi patria. No, nada de eso. El tipo tiene una actividad mucho menos importante, mucho menos trascendente, mucho más profana. Les voy adelantando que el tipo es un deportista. Imagínense, señores. Llevo escritas doscientas sesenta y tres palabras hablando del criterio ético y sus limitaciones, y todo por un simple caballero que se gana la vida pateando una pelota.
Ustedes podrán decirme que eso vuelve mi actitud todavía más reprobable. Tal vez tengan razón. Tal vez por eso he iniciado estas líneas disculpándome.
No obstante, y aunque tengo perfectamente claras esas cosas, no puedo cambiar mi actitud. Sigo siendo incapaz de juzgarlo con la misma vara con la que juzgo al resto de los seres humanos. Y ojo que no sólo no es un pobre muchacho saturado de virtudes. Tiene muchos defectos. Tiene tal vez tantos defectos como quien escribe estas líneas, o como el que más. Para el caso es lo mismo. Pese a todo, señores, sigo sintiéndome incapaz de juzgarlo. Mi juicio crítico se detiene ante él, y lo dispensa.
No es un capricho, cuidado. No es un simple antojo. Es algo un poco más profundo, si me permiten calificarlo de ese modo. Seré más explícito. Yo lo disculpo porque siento que le debo algo. Le debo algo y sé que no tengo forma de pagárselo. O tal vez ésta sea la peculiar moneda que he encontrado para pagarle. Digamos que mi deuda halla sosiego en este hábito de evitar siempre cualquier eventual reproche.
El no lo sabe, cuidado. Así que mi pago es absolutamente anónimo. Como anónima es la deuda que con él conservo. Digamos que él no sabe que le debo, e ignora los ingentes esfuerzos que yo hago una vez y otra por pagarle.
Por suerte o por desgracia, la oportunidad de ejercitar este hábito se me presenta a menudo. Es que hablar de él, entre los argentinos, es casi uno de nuestros deportes nacionales. Para ensalzarlo hasta la estratosfera, o para condenarlo a la parrilla perpetua de los infiernos. Los argentinos gustamos, al parecer, de convocar su nombre y su memoria. Ahí es cuando yo trato de ponerme serio y distante, pero no lo logro. El tamaño de mi deuda se me impone. Y cuando me invitan a hablar prefiero esquivar el bulto, cambiar de tema, ceder mi turno en el ágora del café a la tardecita. No se trata tampoco de que yo me ubique en el bando de sus perpetuos halagadores, nada de eso. Evito tanto los elogios superlativos y rimbombantes como los dardos envenenados y traicioneros. Además con el tiempo he visto a más de uno cambiar del bando de los inquisidores al de los plañideros aplaudidores, y viceversa, sin que se les mueva un pelo. Y ambos bandos me parecen absolutamente detestables, por cierto.
Por eso yo me quedo callado, o cambio de tema. Y cuando a veces alguno de los muchachos no me lo permite, porque me acorrala con una pregunta directa, que cruza el aire llevando específicamente mi nombre, tomo aire, hago como que pienso y digo alguna sandez al estilo de Y, no sé, habría que pensarlo; o tal vez arriesgo un vaya uno a saber, son tantas cosas para tener en cuenta;. Es que tengo demasiado pudor como para explayarme del modo en que aquí lo hago. Y soy incapaz de condenar a mis amigos al tórrido suplicio de escuchar mis argumentos y mis justificaciones para ellos.
Por empezar les tendría que decir que la culpa de todo la tiene el tiempo. Sí, como lo escuchan, el tiempo. El tiempo que se empeña en transcurrir, cuando a veces debería permanecer detenido. El tiempo que nos hace la guachada de romper los momentos perfectos, inmaculados, inolvidables, completos. Porque si el tiempo se quedase ahí, inmortalizando a los seres y a las cosas en su punto justo, nos libraría de los desencantos, de las corrupciones, de las ínfimas traiciones tan propias de nosotros, los mortales. Y en realidad es por ese carácter tan defectuoso del tiempo que yo me comporto como la hago. Como un modo de subsanar, en mis modestos alcances esas barbaridades injustas que el tiempo nos hace. En cada ocasión en la que mencionan su nombre, en cada oportunidad en la cual me invitan al festín de adorarlo y denostarlo, yo me sustraigo a este presente absolutamente profano, y con la memoria que el ser humano conserva para los hechos esenciales me remonto a ese día, al día inolvidable en el que me vi obligado a sellar este pacto que, hasta el presente, he mantenido en secreto. Digamos que mi memoria es el salvoconducto para volver el tiempo al lugar cristalino del que no debió moverse, porque era el exacto lugar en que merecía detenerse para siempre, por lo menos para el fútbol, para él y para mí.
Porque la vida es así, a veces se combina para alumbrar momentos como ése. Instantes después de los cuales nada vuelve a ser como era. Porque no puede. Porque todo ha cambiado demasiado. Porque por la piel y por los ojos nos ha entrado algo de lo cual nunca vamos a lograr desprendernos. Esa mañana habrá sido como todas. El mediodía también. Y la tarde arranca, en apariencia, como tantas otras. Una pelota y veintidós tipos. Y otros millones de tipos comiéndose los codos delante de la tele, en los puntos más distantes del planeta.
Pero ojo, que esa tarde es distinta. No es un partido. Mejor dicho: no es sólo un partido. Hay algo más. Hay mucha rabia, y mucho dolor, y mucha frustración acumulada en todos esos tipos que miran la tele. Son emociones que no nacieron por el fútbol. Nacieron en otro lado. En un sitio mucho más terrible, mucho más hostil, mucho más irrevocable. Pero a nosotros, a los de acá, no nos cabe otra que contestar en una cancha, porque no tenemos otro sitio, porque somos pocos, estamos solos, porque somos pobres. Pero ahí está la cancha, el fútbol, y son ellos o nosotros. Y si somos nosotros el dolor no va a desaparecer, ni la humillación ha de terminarse. Pero si son ellos. Ay, si son ellos. Si son ellos la humillación va a ser todavía más grande, más dolorosa, más intolerable. Vamos a tener que quedarnos mirándonos las caras, diciéndonos en silencio “te das cuenta, ni siquiera aquí, ni siquiera esto se nos dio a nosotros”. Así que están ahí los tipos. Los once tuyos y los once de ellos. Es fútbol, pero es mucho más que fútbol. Porque cuatro años es muy poco tiempo como para que te amaine el dolor y se te apacigüe la rabia. Por eso no es sólo fútbol.
Y con semejantes antecedentes de tarde borrascosa, con semejante prólogo de tragedia, va ese tipo y se cuelga para siempre del cielo de los nuestros. Porque se planta enfrente de los contrarios y los humilla. Porque los roba. Porque delante de sus ojos los afana. Y, aunque sea, les devuelve ese afano por el otro, por el más grande, por el infinitamente más enorme y ultrajante. Porque aunque nada cambie allá están ellos, en sus casas y en sus calles, en sus pubs, queriéndose comer las pantallas de pura rabia, de pura impotencia de que el tipo salga corriendo mirando de reojito al árbitro que se compra el paquete y marca el medio.
Hasta ahí, eso sólo ya es historia. Ya parece suficiente. Porque le robaste algo al que te afanó primero. Y aunque lo que él te robó te duele más, vos te regodeás porque sabés que esto, igual, le duele. Pero hay más. Aunque uno desde acá diga “bueno, es suficiente, me doy por hecho”, hay más. Porque el tipo, además de piola es un artista. Es mucho más que los otros.
Arranca desde el medio, desde su campo, para que no queden dudas de que lo que está por hacer no lo ha hecho nadie. Y aunque va de azul, va con la bandera. La lleva en una mano, aunque nadie la vea. Empieza a desparramarlos para siempre. Y los va liquidando uno por uno, moviéndose al calor de una música que ellos, pobres giles, no entienden. No sienten la música, pero van sintiendo un vago escozor, algo que les dice que se les viene la noche. Y el tipo sigue adelante. Para que empiecen a no poder creerlo. Para que no se lo olviden nunca. Para que allá lejos los tipos dejen la cerveza y cualquier otra cosa que tengan en la mano. Para que se queden con la boca abierta y la expresión de tontos, pensando que no, que no va a suceder, que alguno lo va a parar, que ese morochito vestido de azul y de argentino no va a entrar al área con la bola mansita a su merced, que alguien va a hacer algo antes de que le amague al arquero y lo sortee por afuera, de que algo va a pasar para poner en orden la historia y las cosas sean como Dios y la reina mandan, porque en el fútbol tiene que ser como en la vida, donde los que llevan las de ganar ganan, y los que llevan las de perder pierden. Se miran entre ellos y le piden al de al lado que los despierte de la pesadilla. Pero no hay caso, porque ni siquiera cuando el tipo les regala una fracción de segundo más, cuando el tipo aminora el vértigo para quedar de nuevo bien parado de zurdo, ni siquiera entonces van a evitar entrar en la historia como los humillados, los once ingleses despatarrados e incrédulos, los millones de ingleses mirando la tele sin querer creer lo que saben que es verdad para siempre, porque ahí va la bola a morirse en la red para toda la eternidad, y el tipo va a abrazarse con todos y a levantar luego los ojos hacia el cielo. Y hace bien en mirar al cielo, porque no sé si sabe, pero ahí están todos, todos los que no pueden mirarlo por la tele ni comerse los codos.
Porque el afano estaba bien, pero era poco. Porque el afano de ellos era demasiado grande. Así que faltaba humillarlos por las buenas. Inmortalizarlos para cada ocasión en que ese gol volviese a verse una vez y otra vez y para siempre en cada rincón del mundo. Ellos volviendo a verse una y mil veces hasta el cansancio en las repeticiones incrédulas. Ellos pasmados, ellos llegando tarde al cruce, ellos viéndolo todo desde el piso, ellos hundiéndose definitivamente en la derrota, en la derrota pequeña y futbolera y absoluta y eterna e inolvidable. Así que, señores, lo lamento. Pero no me jodan con que lo mida con la misma vara con la que suponen debo juzgar a los demás mortales. Porque yo le debo esos dos goles a Inglaterra. Y el único modo que tengo de agradecérselo es dejarlo en paz con sus cosas. Porque, ya que el tiempo cometió la estupidez de seguir transcurriendo, ya que optó por dejar que los ingleses tuvieran todavía los otros días de su vida para tratar de olvidarse de ese, al menos yo debo tener la honestidad de recordarlo para toda la vida.

domingo, 28 de abril de 2013

Despues

Después, de haber tragado mucha saliva. De haber guardado miles de recuerdos. Después  de guardar muchas ilusiones en una botellita de vidrio y tirarlas al mar .De haber pasado por esclavo,rey,pueblo,soberano. Después  de haber sido regalo y festejo, noche buena y navidad. De lograr campeonatos, de estar echado, lesionado y ni citado; de usar la 10,la 15 o ver el partido desde afuera.
Después, de conocer miles de personas, de querer  cada día mas a los de siempre. De, haberme caído  levantado y vuelto a caer. Después, de ser aprendiz, maestro, súbdito y mesías.
Luego, de haber mordido la manzana prohibida, de haber jugado en amoríos  de haber querido, haberme ido, salir dolido. 
Después de haber apostado, perdido, quedar vacío y volver a apostar. De haber entrado, salido y hasta limpiado el lugar. Después de verme visto reflejado en tantos ojos, de haber soñado mil y una vez,despierto,dormido, de haber amanecido triste, riendo. Después  de haber  imaginado, de haberte dibujado, estás acá. Después de dedicar mil canciones, de escribir millones de letras que quedan olvidadas, otra vez mas, rayo, dejo la marca ...
Después , de conocer a la escritura, la poesía  como medicina contra el nudo de la garganta... de haber usado muchos métodos diferentes que te cambien el animo, de haber encontrado muchas soluciones, de haber sonreído para la foto. Después de haber actuado, de ser real. Después de haber pensado, haber reaccionado, de ser agresor, agredido. 
Después de tantos después... siempre va a venir otro "después".

sábado, 23 de marzo de 2013

Ese miedo a estar mejor .

Es muy normal, sentirse mal porque una persona ajena a nosotros mismos, hizo las cosas como no esperábamos y nos desilusionamos ... es muy común  hoy en día  esperar algo y que te devuelvan con otra moneda. Pero es mucho mas difícil encontrar un ejemplo de alguien que se boicotee solo, que se haga trampa para facilitar su propia derrota, que ponga piedras en un camino, limpio hace tiempo... ese ejemplo, humillante ejemplo, soy yo. Me da cierta vergüenza, decirlo... pero los errores,defectos existen y no hay excepciones...
Sabemos que todos tenemos una historia, la cual no merece ser olvidada pero tampoco padecida, luego de tanto tiempo ... pero es así, el pasado revuelve mi presente y futuro y no hay con que darle ... pero decidí plantarme, que el pasado es pasado y lo que viene, es mejor ... 
A quien no le paso alguna vez, que enfrenta una oportunidad para ser feliz acompañado y de tal perfección  de tanta virtud, se encandila y se nubla, y le erra ... le sale todo mal?
A quien no le paso alguna vez, que sintió miedo de herir, de ser herido, de sentir, de querer, de estar mejor?
Creo no ser un marciano, no estar tan alejado de la realidad... me ha pasado, me paso una y mil veces, pero todas pasaron sin sobresaltos, ni nada que me haga abrir los ojos ... hoy, me paro, y digo que abro los ojos, y voy a hacer lo posible, por no desaprovechar otra oportunidad y que sea la primera y la ultima que aproveche y sea un gol al angulo, porque se que es un golazo... porque tiene todo a favor, porque conmigo ya se gano todo lo que podía ganar , porque estuvo ahí latente, a pesar de mis errores, que también se pueden llamar horrores... hoy quiero empezar de cero, se que puedo, y lo mas importante, ES LO QUE QUIERO... estoy bien parado, para volver a sentir, para volver a querer y dejar que me quieran ... es un proceso duro, y no miento, el miedo sigue latente ... pero esta vez, es por mi y mis errores (horrores) , que no quiero volver a pasar.
El tiempo es complicado hoy, pago los precios de no pensar antes de actuar, de no saber elegir lo sano, lo mejor y que sin dudas, tendría mucho futuro. Ahora solo queda esperar, a que la tormenta pase, y ver si se podrá volver a ver ese sol, que me regalo , a cambio de nada, mas luz, calor y compania del que merezco.

jueves, 7 de marzo de 2013

Traigo un par de sueños acá, anhelando ser vida.

Creo que todos tenemos un sueño que cumplir, un objetivo que seguir y una meta a la cual llegar... nadie dijo que era simple, fácil y que tenemos asegurado al 100% que todo aquello, sea realidad, pero es el motor que mantiene vivo mi corazón. Son mis ganas de luchar por lo que se quiere, por lo menos, intentarlo.
También, sabemos que la redonda, la pasión de multitudes, lleva consigo rodando muchos sueños y corazones animosos por conseguirlo... pero tampoco nadie me dijo que iba a ser el único soñando vivir de esto. 
Y aun mas, mas allá de cumplir o no el sueño, de llegar lejos o quedarte jugando con tus amigos, lo mas importante y lo que me deja día a día el fútbol  es que me ayuda a afirmar, que todo lo que pasa, es pasajero  ... todo lo que nos sucede, es posible superarlo, como a un rival, como a un cono o unas pasadas... que es solo cuestión de tiempo para que esas heridas sanen y ahí  estar bien fuerte, bien parado o en momentos en que estas mas cerca del piso... siempre con esa certeza firme de que hoy,mañana o pasado me voy a volver a levantar, para estar de pie, en la lucha , viviendo y disfrutando de cada segundo que pasa con amigos, familia, amores y desamores.
Todavía me cuesta creerlo, y mucho mas explicarlo... pero creo que puedo llegar a una hipótesis, una ley casi imposible de refutar: "Cuando uno esta bien con uno y conforme, los resultados se dan por inercia" ... soy fiel testigo y ejemplo de que así sucede, por eso, para estar siempre en condiciones , en la cancha o en la vida, se debe hacer lo imposible (que es posible) para estar bien con uno mismo, porque nunca se sabe cuando llega una gran oportunidad, en una cancha o en la vida, y no debemos dejar pasarlas... porque una oportunidad, es un nuevo camino y así  ir forjando nuestra vida, tal como la soñaste... por eso, ABRÍ LOS OJOS Y EL MATE, QUE NO ESTAS ACÁ PARA PASAR TIEMPO TRISTE, SI NO PARA APRENDER, CRECER, MEJORAR Y LO MAS IMPORTANTE : VIVIR FELIZ.